sábado, 20 de junio de 2009

Afecto

"Tanti auguri!" le decirme casi a la pasada. Y eso que no era mi cumpleaños...era calvo, con restos de entrecano en las sienes, una gafas como de lectura con un toque medio naif, y vestido para la ocasión: no me esperaba otra combinación que esos grises, marrones claros, rayas y un toque de azul claro metalizado en alguien de unos 70, a esa hora, en una esquina de Buenos Aires. El leve efecto esmerilado de los anteojos no me dio la perspectiva suficiente como para saber si se dirigía a mi persona. Creo que por eso escudriñé casi que velozmente la fisonomía de este personaje mas aporteñizado que porteño, en un intento de adivinar intenciones (que en el bullicio efervescente de la urbe es casi que una proeza, digo, si uno no quiere correr el riesgo de pisar una baldosa floja, posarse sobre excrementos caninos, pisar un panfleto de Altamira o tropezar con un cartel de ofertas vegetales). Al mismo tiempo o en actos sucesivos, dependiendo de la interpretación subjetiva de la evolución espacio temporal, glanceé* a mis alrededores, con el afán de buscar algún otro posible destinatario de este mensaje. La respuesta fue encontrarme con que los vehículos circulaban raudamente como para hacerse cargo de un saludo ajeno; el verdulero (o la persona que se encontraba en la puerta del local que vendía verdura) estaba casi estupefacto con su mirada clavada en los predicamentos del meteorólogo de turno y el perro cuzco que luchaba con sus propias pulgas, definitivamente no entendería otro idioma (reconozco que llegue a pensar por un instante -incalculable- que significaba ser un hombre de pocas pulgas...). Frente a este panorama casi hostil para lo que se merece una muestra de afecto, me deje llevar y actué casi impulsivamente en el momento en que le devolví al gentilhombre una mueca que pese a no haberla apreciado, hubiera jurado que era una sonrisa tierna. Las gafas apaisadas le dieron paso a unos furibundos ojos carmines, y pese a que el rostro no acompañaba una manifestación de descontento, por un instante jure que me sentía incomodo. El tono ya no era el mismo, al menos de ello me sentía consciente. Y allí nuevamente profirió su máxima, casi a modo de sentencia. Antes de permitirme escuchar, mi vida, o mejor dicho los últimos recuerdos futiles de ella; empezó a desfilar ante mis ojos. La obra de Begnini, la clase de italiano, el viaje en subte, el café que no llegue a tomar por la falta de monedas..."Esto es Charcas y Vidt?" retumbo la inquisición certera en mi interior. "Si, aquí mismo señor". Tras los primeros pasos que di en lo que sentí mi retirada, escuche a esa compañera interior que siempre opta por expresar sus axiomas en este tipo de circunstancias..."si, todos necesitamos cariño".

*derivado del vocablo ingles "glance": "take a glance" significa algo así como "echar una mirada como por el rabillo del ojo"